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Una casa pensada por Vilamajó

Por Wilson Mesa

El patrimonio arquitectónico de Atlántida es un tema que ya he tratado en anteriores crónicas; lo que no quita que cada tanto haya que poner foco en algunas construcciones que tienen un interés distinto, ya sea por quienes las diseñaron, las construyeron, o ya sea por quienes las habitaron.
Es el caso de una vivienda que fue pensada por el renombrado arquitecto Julio Vilamajó.
No quiero utilizar el término construyó, porque seguramente no fue él quien puso ladrillo sobre ladrillo. Pero sí fue quién hizo el proyecto y dirigió las obras.
Hecha esta pequeña disquisición digo que, uno oye el apellido Vilamajó y piensa en algunas construcciones de la Villa Serrana, cerca de Minas. O piensa en la Facultad de Ingeniería. O en la represa de Rincón del Bonete. Sin embargo, no mucha gente sabe que en Atlántida existe una construcción emblemática que es obra de este prestigioso arquitecto uruguayo. Se trata de la vivienda llamada “EL REMANSO”, ubicada en la manzana 78, de la calle “República Argentina”, entre calle “Natalio Michelizzi” y la rambla “Tomás Berreta”.


EL ARQUITECTO VILAMAJÓ


En primer término, digamos algo acerca de quién era este hombre, que se codeó con los más grandes arquitectos del mundo -como Le Corbusier y Niemeyer-, y sin embargo tuvo disposición para dirigir aquí la construcción de una vivienda a solicitud de su amigo, el doctor Julio César Estol, en el año 1928.
Julio Vilamajó Echaniz nació en Montevideo, el 1° de julio de 1894. Era hijo de Ramón Vilamajó, oriundo de Perpignan (Francia) y de la vasca Eustaquia Echaniz, oriunda de San Sebastián (España). Los hermanos de Julio fueron, Ramón y Estrella.
Cursó el ciclo primario en una escuela pública de Montevideo, y luego de realizar el secundario, ingresó a la Facultad de Matemáticas (que entonces agrupaba las carreras de Arquitecto, Ingeniero y Agrimensor).
Fue un alumno de brillante desempeño y recibió su título de Arquitecto, el 24 de diciembre de 1915, cuando le faltaban meses para alcanzar la edad de veinte años.

UN ARQUITECTO DE 20 AÑOS


Julio Vilamajó comienza de inmediato su actividad profesional, que une después con la docencia, ya que ejerce como Profesor adjunto de “Proyectos de Arquitectura”. En el año 1920 logra ganar un concurso cuyo premio consiste en un viaje de estudios a Europa.
Dicho viaje lo comenzó por Francia, que estaba en plena reconstrucción después de terminada la Primera Guerra Mundial, allí se interiorizó en la producción masiva de viviendas que, inclusive, lo llevó a colaborar con una firma francesa de construcciones. El siguiente destino fue España, a la que entra por Perpignan, (origen de su padre), para seguir por Cataluña y luego Andalucía. De allí pasa a Marruecos, Argelia y Túnez.
Luego visita Italia y Grecia. La estadía europea dura casi cuatro años.

EL REGRESO AL URUGUAY


Finalmente tiene que regresar a Uruguay en noviembre de 1924, pues su familia “le corta los víveres” (como se dice vulgarmente) y le manda el pasaje de regreso, en lugar de las partidas de dinero habituales. Sus padres temían que, de prolongarse su viaje que no era ya por la beca terminada hacía tiempo, él se quedara permanentemente en Europa.
En Uruguay, además, lo seguía esperando su novia de los tiempos de estudiante, Mercedes Pulido, con quién se casó en mayo de 1930.


Al regreso retoma la actividad profesional. Las obras de este periodo se caracterizan por un marcado acento español, del que va evolucionando hacia lo que se denomina arquitectura moderna o renovadora, hasta alcanzar el periodo que algún arquitecto-historiador denominó “autenticista”.
Trató siempre de adaptar sus construcciones al medio donde se implantaban, con materiales del lugar en lo posible.
Su obra ha sido de gran importancia para la creación de un estilo arquitectónico contemporáneo uruguayo. Proyectó residencias privadas (entre ellas su propia casa); edificios de apartamentos; hoteles; edificios educativos (Facultad de Ingeniería); urbanizaciones (Villa Serrana en las sierras de Minas); complejos deportivos; establecimientos comerciales; tuvo a su cargo los trabajos de arquitectura de la represa de Rincón del Bonete y la urbanización de la población aledaña de igual nombre.
El prestigio que había alcanzado hizo que en 1947 fuera elegido para trabajar en un equipo que proyectó la construcción de la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. Este grupo fue conformado por doce arquitectos de los más afamados del mundo entero; siendo los únicos latinoamericanos el brasileño Oscar Niemeyer (creador de Brasilia) y el uruguayo Julio Vilamajó.
Fue un artista de múltiples facetas que se distinguió no sólo en arquitectura, sino también en diversas ramas del arte: pintura, dibujo a pluma, aguafuerte, litografía, fotografía, cine, dibujos animados, tallas en cristal, etc. Julio Vilamajó murió el 12 de abril de 1948.

LA LLAMADA “CASA DE ESTOL”, EN ATLÁNTIDA


En el periodo que va desde 1924 a 1931 se aprecia en las obras de Vilamajó la influencia de lo español luego de su viaje a Europa. La “casa de playa” que construyó en Atlántida, para su amigo Estol, en 1928, es un claro ejemplo de sus experiencias hispánicas.
El primer propietario de “EL Remanso” fue entonces el Dr. Julio César Estol, un médico y político uruguayo, reconocido por ser el impulsor de la Hemoterapia en Uruguay. Nació en Flores en el año 1889. Se casó con Janet Ancell Harrison, una enfermera inglesa que trabajaba en el Hospital Británico, sanatorio donde el doctor Estol trabajó durante toda su carrera médica. El matrimonio tuvo seis hijos. Fue diputado y senador por el partido colorado. Murió en Montevideo, en el año 1939. Desde el año 1991, el “Servicio Nacional de Sangre” lleva su nombre.


DESCRIPCIÓN TÉCNICA DE LA VIVIENDA


«…La construcción está compuesta por volúmenes simples, con varias chimeneas y una torre que tiene en su interior una escalera helicoidal que lleva a la planta superior. El techo inicialmente fue de quincha a dos aguas; a los pocos años se cambió por tejas holandesas; en el interior el cielo raso es plano.
La organización de las distintas alturas, las cubiertas y la torre nos recuerdan su paso por el viejo mundo.
Fiel a la ubicación y al uso de la vivienda, el exterior penetra y la rodea; el frente se comunica fluidamente con el fondo por un lateral amplio.
Ambos espacios tienen fachadas simétricas, con el mismo pórtico estrecho de columnas gruesas. Esta similitud muestra que no existía, en este caso y en ese momento, un ámbito público en contraposición a uno privado; esto significa que los dos son ambientes de estar independientes, tanto el frente como el fondo de la vivienda, donde el afuera definido por la calle no tenía jerarquía, ya que el tránsito en aquella época era muy escaso.
La puerta principal está escondida en un lateral del porche; y se puede acceder a ella por diferentes puntos. Aun así, debemos destacar que este ocultamiento es propio de las viviendas islámicas occidentales, así como la gradación de los espacios públicos, semipúblicos y privados que se observan en sus jardines, sus porches y su interior respectivamente.
La decoración es una parte inseparable de la construcción. El tratamiento de sus jardines con fuentes de mayólica sevillana, su diseño, las cerámicas y los muros decorados que se transforman en bancos muestran la influencia recibida. Decora el aljibe de 15 metros de profundidad con azulejos. Recordemos que en la fecha que se construyó el agua corriente no existía en el balneario.


Una pieza de mayólica de un metro de diámetro que simbolizaba una medusa decoraba la fachada.
Estaba ubicada sobre la ventana superior, en el ángulo que forman los techos. La descripción que hace el arquitecto Aníbal Parodi sobre esta pieza es que “…sus ojos cerrados y el gesto distendido de su rostro no anuncian, sin embargo, voluntad alguna de convertirnos en piedra”, (ya que se cree que esta figura mitológica tenía el poder de convertir en piedra a quién la mirara a los ojos).
Por lo que he podido averiguar era muy similar a la que se encuentra en la casa del propio arquitecto en Parque Rodó, Montevideo.
La mayólica había sido realizada por Antonio Pena, un ceramista uruguayo con el que el arquitecto había trabajado. Sin embargo, la medusa que pertenecía a El Remanso hace ya
un tiempo que no se encuentra allí y no habría registros fotográficos de la misma.
Lo simbólico, el símbolo, sin importar su origen, estaba presente en la obr a de Vilamajó, en la fachada o en tr abajos de herrería, carpintería o en el equipamiento. Detestaba que todo tuviera una explicación, creía que la magia debía existir para perfumar la vida.
El piso de la planta baja estaba revestido con baldosas españolas, intercaladas con pequeños azulejos, españoles…». (de Tatiana Mir – Turismo Artístico y Cultural, 6 septiembre, 2020).


LA ACTUALIDAD

Marianela Facciola – Foto A.G.B. 2022.


La casa pertenece actualmente a la familia Pérez – Facciola. Provenientes de la ciudad de Tala, los Sres. Omar y Mario Pérez se la compraron al Sr. Milton Goday, hace cuatro décadas.
Para completar esta crónica contactamos a la Sra. Marianela Facciola, que muy amablemente nos recibió y brindó interesantes datos. Nos dijo, por ejemplo, que la vivienda ha tenido varias reformas a lo largo de sus 94 años de existencia. Ella no la conoció con techos de quincha, porque ya tenía el actual. Varios pisos fueron cambiados.
El revestimiento del aljibe también. Los ventanales fueron sustituidos. La reja exterior se agregó por seguridad en el año 2.000.
Marianela Facciola declara que ama esta construcción, a pesar de las vicisitudes que han pasado en ella.
Y menciona, como anécdota, que cuando se quemó enteramente “El Castillito”, la casa de madera estilo inglés que estaba al lado, ( el 30 de enero de 2016), los habitantes de El Remanso tuvieron que evacuarla por varias horas, mientas la otra casa ardía, provocando una temperatura ambiente muy alta y con posibilidad de que el fuego se propagara. Por suerte la casa “soportò” el calentamiento y no sufrió ningún daño, pero el peligro existió realmente.
Para finalizar, transcribo una frase de Julio Vilamajó, que muy bien puede ser su testamento artístico:
«No hay que olvidarse que el corazón existe y que él es el único que puede otorgar grandeza a las obras. Todos aquellos que se dejan arrastrar por concepciones cerebrales, solo harán pequeñas cosas que al poco tiempo no se reconocerán».

FUENTES

Agradecemos muy especialmente a Marianela Facciola, su colaboración para esta crónica. Tatiana Mir – web “Qué hacer en Atlántida”: Turismo Artístico y Cultural, setiembre, 2020. Federico Bonsignore – Libro “Atlántida, Historia, Imágenes y Personalidades a 100 años de su creación”. Arinda González Bo – Libro “Atlántida Centenaria – Guía Turística, Histórica y Cultural”. Web de “NÓMADA”, guía de viajes. IMÁGENES – Fotografías de Arinda González Bo y de Internet.

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