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El Restaurante Oro y la Familia Gutiérrez Pieroni

En otros textos hemos recordado comercios que fueron hitos en el ramo gastronómico allá por los primeros tiempos del Balneario.

Esta vez quiero referirme a otro de ellos, que aparece mencionado reiteradamente como un restaurante que ocupó un lugar entre las preferencias locales y de visitantes de esa época.
Este fue el Restaurante “ORO”, el cual abrió sus puertas a comienzos de la década del 50, en aquella Atlántida que crecía floreciente al influjo de un turismo internacional y de veraneantes de tres meses, que venían a sus propias residencias o a hoteles, porque no existía el alquiler de casas y apartamentos.

Los orígenes

El “ORO” fue fundado por Fausto Pieroni, hijo de inmigrantes italianos, nacido en Montevideo en el año 1911 (coincide con la fundación oficial de Atlántida).
Según cuentan sus descendientes, Fausto Pieroni recaló en la costa canaria a fines de los años 30. Se inició en la actividad comercial en el año 1942 con un puesto de verduras en la Calle 22 casi Avenida Artigas (la “Central” como se le decía a dicha calle).
Después el negocio de Fausto Pieroni pasó a ser un almacén de ramos generales; hasta que en el año 1952 se reconvierte nuevamente para iniciarse en el sector gastronómico como restaurante, parrillada, pizzería y confitería, con el nombre que lo definió para siempre: “ORO”.
En ese momento, estaban funcionando a pleno, hoteles de muy buen nivel, como el “Rex”, el “Atlántida”, el “Planeta” y el “Mercedes”, que tenían sus propios servicios de almuerzo y cena. También existía ya la pizzería “El Galeón” en la esquina de Calle 11 y 22.
Pero siempre había demanda de lugares donde se sirviera buena comida con buena atención, además. Y en ese contexto geográfico-turístico hubo dos restaurantes que tuvieron gran renombre durante un determinado período, uno fue el “ORO” y el otro fue “Chez Jean”.
Lo más curioso del caso es que estaban ubicados uno al lado del otro; el “Chez Jean” en la esquina de la Av. Artigas y Calle 22; y el “ORO” ocupaba -por la calle 22- todo un espacio donde ahora están los locales de una escribanía, una herboristería y florería, una veterinaria y una ortopedia.

La familia Gutiérrez Pieroni

Cuando llegó el momento de formar familia, Fausto Pieroni contrajo matrimonio con Brenda Rodríguez y fruto de dicha unión nació en Montevideo, en el año 1939, Mirtha Carola Pieroni Rodríguez, su única hija.
A su vez, Mirtha se casó en el año 1957 con Eugenio Gutiérrez Reyes, nacido en Atlántida, en el año 1930.
La familia Gutiérrez era originaria de la zona de la Ruta 11, entre La Palmita y San Jacinto. Don Longino Eugenio Gutiérrez Hirigoyen había nacido en el año 1905, y era una especie de siete oficios. Primero trabajó en la plantación de árboles sobre la costa, habiendo sido amigo de José León Laborido.
En esos primeros años, algunos trabajadores plantaban para Luis Galimberti, otros para Mario Ferreira, otros para la “Territorial Uruguaya”. Me refiero a la época de 1911 en adelante.
Longino Eugenio Gutiérrez trabajó después en una estación reductora de UTE y también en el “Atlántida Hotel”. Se casó con Josefa Reyes y tuvieron un hijo, el ya mencionado Eugenio Gutiérrez Reyes, a quien popularmente se le conoció siempre como “el Negro Gutiérrez”.
Como ya lo mencioné anteriormente, Eugenio Gutiérrez Reyes y Mirtha Carola Pieroni Rodríguez se casaron en el año 1957 y de dicho matrimonio nacieron tres hijos, Brenda Rossina, Eugenio Alfredo y Jorge Horacio.

Y volviendo al “Oro”

Este comercio tuvo dos etapas bien definidas, una que fue de 1952 hasta 1966, año éste en el que el local de la Calle 22 fue alquilado a otro comerciante. Entonces los Gutiérrez Pieroni pasaron a trabajar en el rubro de hotelería comprando el “Argentina Hotel”, sito en la Calle 11 esquina Calle 24.
Pasado un tiempo vendieron el hotel y volvieron a regentear el restaurante “ORO”, en la segunda etapa que fue a partir del año 1971 y hasta el 78, cuando se cierra definitivamente.
El local fue vendido en el año 1980. Tras distintas reformas no queda nada reconocible del mismo, salvo algunas baldosas en la vereda que tienen forma hexagonal, de color rojo, azul y blanco, y eran las que formaban el piso del salón de afuera del restaurante.
El primer período del “ORO” fue sin duda el mejor en cuanto a rendimiento económico y prestigio gastronómico. Cuando volvieron los Gutiérrez Pieroni ya la clientela se había desplazado hacia la zona de la Calle 11 y del Casino, donde estaban trabajando muy bien los restaurantes “Don Pedro”, “Tucu Tucu” y “El Grillo”, en distintos momentos.
Curiosamente ninguno de estos comercios nombrados existe hoy en día, no solamente porque fueron falleciendo sus fundadores, sino también porque la situación social y económica había ido cambiando en el país y en la costa de Canelones muy especialmente.
Don Fausto Pieroni murió en 1965, a la edad de 54 años. Pero antes tuvo la oportunidad de hacer dos viajes a Europa, en los años 58 y 62. Los hizo acompañado de su esposa, Brenda Rodríguez, viajando en barco y visitando varios países, (España, Portugal, Francia, Italia, Suiza, Austria, Alemania, Holanda y Bélgica).
Eugenio Gutiérrez Reyes (el “Negro”) y Mirtha Pieroni Rodríguez se hacen cargo del negocio desde ese momento, aunque ya hacía mucho tiempo que trabajaban dentro del “ORO” y conocían todo lo relativo a su funcionamiento.

Cuando se trabajaba a pleno

Al igual que otros comercios gastronómicos, el restaurante abría sus puertas todos los días –en una larga temporada que iba de noviembre a abril- y el resto del año solamente de viernes a domingo.
El trabajo era muy intenso porque tenían que hacer hasta un “trasnoche”, para recibir a la gente que salía del Casino.
Toda la familia colaboraba en la empresa, Rossina en la caja; Mirtha y Brenda en la cocina; el “Negro” Gutiérrez en el bar y la parrilla; Alfredo empezó a “dar una mano” también, a partir de los 12 años.
Pero además había normalmente en la plantilla siete u ocho empleados en los distintos sectores y en la temporada alta llegaban a ser el doble de personas.
Es importante decir que hubo cocineros alemanes que don Fausto traía de Montevideo en cada temporada.
También fue famoso un repostero español de apellido Franco, cuyas creaciones eran muy apreciadas; porque hay que recordar que dentro del servicio de confitería se servía el té por las tardes.
Haciendo memoria, Alfredo Gutiérrez -que era muy chico en ese entonces-, recuerda algunos nombres de empleados que trabajaron en el restaurante…<<…como el “Gallego” Arnoldo Rodríguez, que era especialista en “minutas”; a Rufino; el “Chueco” Vázquez; Aníbal Rosas; “Cacho” Roldán; el mozo Ramos. Mucha gente trabajaba en la temporada, muchos provenientes de la Estación Atlántida; había muchas mujeres también que ayudaban en la cocina y mesas. Todos venían en bicicletas que dejaban en casa (sobre la Av. Artigas) y entraban al restaurante por atrás, ya que estaban unidos los terrenos formando una L >>.

Los comensales

Al parecer, por el “ORO” desfilaron celebridades tales como Luis Sandrini; Malvina Pastorino; Tita Merello; Palito Ortega; Santiago Gómez Cou y su esposa; Carlos Solé; Ricardo Espalter, y otros.
Dice Alfredo Gutiérrez, que su padre siempre narraba una anécdota según la cual hubo un Embajador ruso que tenía casa de veraneo en Atlántida y era un asiduo cliente, porque le gustaba mucho la carne uruguaya a la parrilla. Cuando lo trasladaron a otro destino diplomático, el ruso vino a despedirse y aquel hombre de enorme estatura le decía lagrimeando con su particular acento: “Negro, ya nos volveremos a encontrar en algún otro lugar del mundo”.
También muchos integrantes de la colectividad judía eran clientes casi permanentes, porque tenían sus casas en toda la zona de Atlántida, Las Toscas y Parque del Plata.

Conclusión

De esta manera aluvional, y con avances y retrocesos, se ha ido formando la sociedad atlantidense. Su historia es parecida a la de muchas otras comunidades, pero al mismo tiempo tiene sus particularidades que son dignas de conocer y trasmitir a futuras generaciones. Es interesante apreciar como las zonas comerciales fueron cambiando de lugar dentro del Balneario; como unas actividades fueron sustituyendo a otras; y como las mismas personas se convertían de almaceneros a hoteleros, o de constructores a gastronómicos, en un afán emprendedor que fue muy importante para lograr el desarrollo de la ciudad.
Son cosas que deben saberse, porque nada surge de la nada y hay ejemplos a seguir.

Por: Wilson Mesa

FUENTES DE INFORMACIÓN
La reseña está basada en el relato de Alfredo Gutiérrez Pieroni y su madre, Mirtha Pieroni de Gutiérrez, a quienes agradezco su colaboración.
IMÁGENES – Fotografías aportadas por la familia Gutiérrez Pieroni; digitalizadas por Arinda González Bo. Foto Portada: www.destinoatlantida.com

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