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Jorge Liberati: Mi vida junto a Idea Vilariño

Crónicas de Atlántida / Segunda parte

“Hoy que el tiempo ya pasó, / hoy que ya pasó la vida,
hoy que me río si pienso, / hoy que olvidé aquellos días,
no sé por qué me despierto / algunas noches vacías
oyendo una voz que canta / y que, tal vez, es la mía.”
Idea Vilariño

Por Wilson Mesa

Tal vez sea una novedad para quienes siguen mis crónicas, el hecho de que la “conversación” que tuvimos Jorge Liberati (en adelante J.L.) y yo, por mail y whatsapp, es presentada tal como se dio, con mis preguntas y sus respuestas. Estas últimas muy generosas, muy personales y muy literarias también, porque J.L. es un escritor con nueve libros publicados, colaboraciones varias como ensayista y prologuista y es, además, Profesor de Literatura, egresado del IPA. Aquí va, pues, la segunda parte de la entrevista virtual:

Pregunta – ¿Cómo era Idea?
J.L. – “Lo que puedo contar no es nada de lo que algunos cuentan sobre su vida. Quiero decir que hablar sobre Idea obliga, antes que nada, a hablar de una mujer con fuerte personalidad, gran contracción al trabajo y una especial sensibilidad para el arte, especialmente para la música y la poesía, por lo que la poesía representa en cuanto música. Escribir era para ella como respirar, pero, de todos modos, el fuerte contenido íntimo que sostiene buena parte del andamiaje formal de su obra le costó siempre algunos remordimientos o el sinsabor de cierto desnudamiento espiritual. En el diario vivir era sencilla, despreocupada de lo superfluo, ocupada de las tareas de la casa y de su mantenimiento. Era tierna, cuidadosa de la relación de pareja y confidente en los aspectos más delicados de su pasado. Hablaba en casa como escribía, su voz era hermosa y si no trabajaba en sus traducciones y ensayos, y en preparar clases, se ocupaba del jardín. También cuidaba mucho de sus hermanas Alma y Poema, que para mí fueron cuñadas fraternas y queridas, como Numen y Ema (la esposa)”.

Dedicatoria manuscrita de Idea a Jorge.

Pregunta – Idea se casó solamente una vez y fue contigo ¿Por qué se casaron? ¿de quién fue la iniciativa?
J.L. – “Así es, Idea tuvo un solo matrimonio, el que contrajo conmigo. Al fallecer mi padre en 1975 quiso que nos casáramos, sin que yo tuviera propensión a ello. Pero lo quiso y cumplí con su deseo. ¿Por qué lo quiso? Bueno, nunca logré que me lo explicara, y ya te he dicho que ella no gustaba de mucha explicación ni de argumentos (salvo en sus ensayos). A mí me daba lo mismo porque cuando la moral funciona las responsabilidades son independientes de las obligaciones legales y son naturalmente asumidas en todo. Yo jamás esquivé ninguna de ellas, perdona la jactancia. Nos casamos en setiembre del 75, nos separamos en 1985 y al poco tiempo nos divorciamos en muy buenas relaciones personales. Algunos biógrafos de Idea han tildado esos veinte años como de “unión esporádica” o que “no duró mucho”. ¡Se dicen tantas cosas!”.

Jorge, Idea y Julio Bayce.

Pregunta – ¿Convivir con una mujer con personalidad fuerte, y tan destacada en su actividad cultural, te causó problemas en tu desarrollo personal?
J.L. – “De ninguna manera, por el contrario, aprendí con ella a trabajar seriamente en lo intelectual. Hasta entonces yo era un soñador que cumplía con mi trabajo y llegado a casa carecía de disciplina para concentrarme en lo mío. Con ella aprendí autodisciplina y contracción al trabajo; por entonces supe que lo que anhelaba era difícil pero no imposible. Jamás me enseñó nada directamente (salvo francés), pero aprendía viendo cómo hacía ella, sus horarios, sus largas jornadas de trabajo intelectual, la forma de leer, la preocupación por encarar los temas con información adecuada, su modalidad crítica respecto a la literatura en boga. Una gloria para mí fue su biblioteca, muy bien provista, en Las Toscas y en Montevideo, que me brindó generosamente. Idea nunca me dio clases particulares, por decir así, pero de la plática diaria surgía lo más valioso que pueda imaginar quien se interese por las letras y la teoría”.

Pregunta – ¿Discutían en algunas ocasiones?
J.L. – “La fuerte personalidad de Idea no era una gracia del cielo; si discutíamos no era para ponernos de acuerdo fácilmente, sino para procurar el fin de la discusión con un general desentendimiento mutuo y un posterior . Debo decir que Idea era cien por ciento intuición, convicción sin términos medios. Su disposición para el argumento no era buena y su palabra era palabra final, aunque respetaba la mía. Jamás nos perjudicamos con propósitos raros ni con conductas impropias”.
Pregunta – ¿El hecho de convivir con Idea te permitió conocer muchos intelectuales, escritores y artistas destacados?
J.L. – “En cuanto a vivir con alguien tan conocida, como Idea, bueno, me favorecí conociendo a sus amigos, escritores, poetas, pintores, actores de teatro, directores, filósofos. Conocí a quien fuera luego un gran amigo, Manuel Arturo Claps, su anterior pareja, el que más la cuidó, el que más hizo por ella, y a su esposa Silvia Campodónico. En las reuniones al principio yo no hablaba, mi timidez me lo impedía y no había lugar para mechar palabra. Venían a verla o nos reuníamos con personas que tenía mucho para decir y era un placer escucharlas. Frecuentemente nos encontrábamos con Alicia Migdal, Juan Carlos Somma, Silvia Lago, Coriún Aharonián. Menos frecuentemente con Arturo Ardao, Ducho Sfeir y Carlos M. Gutiérrez, Los Olimareños, Nelly Pacheco, Jorge Curi y Mercedes Rein, Roger Mirza. Esporádicamente nos juntábamos con Mario Benedetti, Circe Maia, Alfredo Zitarrosa, Roberto Fontana, Jorge Arbeleche, Hugo Fontana, Milton Fornaro, Alfredo Fressia, Cristina Fernández y Washington Carrasco. En Buenos Aires veíamos a China Zorrilla, Luis Gregorich, Miguel Schapire, Eduardo Rabossi y Eugenio Bulygin, un grande, que me dio consejos inolvidables.

Pregunta – ¿Hubo algún libro o poema de Idea dedicado expresamente a vos?
J.L. – “Idea me dedicó su libro de poemas “NO”, de 1980, cuando en el mismo año le dediqué a ella mi “Vaz Ferreira, filósofo del lenguaje”. El poemario contiene muchas de las que ella llamaba “Comparaciones”, y también poemas de tonalidad bastante oscura, muestra de la otra cara del despojamiento formal, quiero decir, la dimensión de despojamiento espiritual y metafísico. Me refiero al rechazo del mundo, aunque no de la vida, a su negativa ante toda justificación de la existencia. Un inconformismo anarquista que quizá le dejó su padre, don Leandro, también poeta. Son obras maestras de breves estrofas, elegías por una misteriosa e innominada pérdida, huesos sin carne, estampas de una vida cuyo destino no es vivir sino morir. También poemas en los que se adivina mi lugar en su vida, como el llamado “Si te murieras tú”. Hay otros poemas que el paso de los años me hizo olvidar o confundir entre otros. Pero recuerdo perfectamente algunos que me fueron dedicados en ocasión de circunstancias que no puedo olvidar: “Entre”, “Para decirlo de alguna manera”, “Seis”, “El espejo”, “El ojo”, “Y qué”. Están en la edición de “Poemas de amor”, de Schapire, Buenos Aires, 1972, pero sin dedicatoria expresa”.

Pregunta – ¿Seguramente conoces algunos poemas que, se dice, haber sido dedicados a Onetti?
J.L. – “La dedicatoria a Onetti es “pour la galerie”, para las apariencias, para cubrir todo con un manto dorado. Me animo a decirte que, por ejemplo, el célebre poema “YA NO”, de gran belleza, sentida y dolida profundidad, sencillez formal en un estilo que es auténtica creación de Idea y que nos conmueve a todos, apenas pertenece a la clase de experiencia amorosa que se le atribuye. Expresa un orden de desesperanza más hondo que el de una circunstancia, otro tipo de resignación o frustración de ninguna manera asociable a lo que suele asociarse. Empezando por el hecho de que no hubo separación entre ellos sino sólo la simple circunstancia de dejar de verse. El “ya no” es, lejos de una fatalidad, un ya no deseamos vernos. En la obra de Onetti aparecen esas atmósferas cargadas de la misma densa niebla que entristece la verdad del mundo, con que también cargan los “Poemas de amor” de Idea. Los “Nocturnos”, una producción más objetiva, son de otra índole, su pesimismo otro, y en ellos ya asoma la esperanza blochiana ante la vida. (se refiere a Ernst Bloch); una velada ideología reivindicativa que luego toma cuerpo en sus poemas políticos. Idea nunca tuvo ningún “gran amor”, ninguno, ni en juventud, ni conmigo, ni con nadie. Y el tal romance es una ficción que se “comieron” los panegiristas y todavía se “comen”. El amor al que cantó Idea es algo mucho más grande del que pudo inspirar quien en lo personal fue para ella un fantasma (Onetti). Por favor, diría a los críticos que “piquen más alto” o que busquen en lo más profundo”.

Propuesta final – Jorge, te propongo que, sin preguntas, vos definas cómo ves ahora, a la distancia, tu relación con Idea.
J.L. – “Todo fue un largo sueño, pero con los inexplicables y retorcidos embarazos e inesperados desafíos que presentan las pesadillas. Una historia mágica, pero amojonada de esfuerzos en parte infructuosos, en parte fructíferos. Un inusitado intento por superar obstáculos a lo que sólo el amor puede hacer frente y acaso sobreponerse. Una fantasía irremediablemente acosada por la severa y casi siempre encarnizada realidad. Y si fue un sueño, ¿acaso los sueños no son reales? ¿Por qué tú, Wilson, te has interesado por ellos? Quizá, porque en la vida en la que quieres profundizar hay una realidad que rompe los ojos. Aquello con que se sueña puede ser todo lo irreal que se quiera, pero el sueño en sí es tan real como cualquier hecho, como lo es el sacudimiento que provoca una emoción, una obra de arte o la revelación de un misterio. Hoy sé que fue más real que la leyenda con que se edulcora el poema de amor, leyenda muy bonita, literaria, alegórica, pero leyenda al fin. Lo que vivimos ella y yo no fue un hecho literario sino un sueño como suelen soñar los seres humanos. Decidimos juntarnos por una afinidad manifiesta en la más vulgar de las necesidades y en la más común y corriente de las felicidades. Y nos separamos por una decisión que tomamos en conjunto, no por un conflicto de los habituales al respecto. Así como yo me hundí en un estado de angustia por largo tiempo, del que me rescató Cristina -mi actual esposa-, también Idea experimentó un dolor hasta entonces desconocido. El hecho se inscribe en una arista trágica de su vida que, inexplicablemente, fue y sigue siendo ignorada y de la que jamás habló ni escribió. Mi lugar en ese ángulo oscuro fue borrado por ella misma debido a que carecía de relieve literario. No se ha dicho todo y se ha abusado de la imaginación al elaborar una trama que rinde tributo al idilio. Se ignora que es una fórmula en la que ella no creía. Una creación urdida por la exacerbación de sensualidad experimentada desde su juventud, que invade el mundo del escritor y seduce a la crítica. Se ha descuidado -o desconocido- el sentido último de su obra, el que la inspira en lo más profundo y más allá de cualquier sensibilidad a flor de piel. Ese sentido no tiene que ver con ningún hombre sino con el nihilismo y las sombras que la persiguieron hasta el final. Su poesía contempla el detalle mínimo, el acto puro, el objeto desnudo, pero envuelto en un mundo de oscuridad y embargado por la nostalgia. Lo insignificante cobra en su obra el valor de lo venerado y adorado”.

DESPEDIDA

Jorge Liberati ha puesto en mis manos algo más que memorias de su vida junto a la escritora tan respetada y admirada. Me ha dado, además, la confianza para publicarlas sin recortes; pero sabiendo ambos que lo que deseamos es desmitificar algunos aspectos que se le han atribuido, de manera equivocada, a la personalidad de una grande de las letras uruguayas.

J. Liberati y su esposa, Cristina Espino – 2024

Actualmente, la vida de Jorge transcurre en La Floresta, junto a Cristina Espino, su actual esposa y con la que son pareja hace treinta y ocho años.

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