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Olga Píriz: La asistencia social como forma de vida

“Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.

Bertolt Brecht

Por Wilson Mesa

Las comunidades humanas siempre tienen personas referentes en distintos aspectos de su actividad, ya sea social, cultural, deportiva, religiosa. política, etc. A veces esos referentes son muy notorios y en cambio otros son de perfil bajo, poco visibles, pero firmes en sus convicciones y constantes en su accionar; “esos son los imprescindibles”. Es el caso de Olga Píriz. Les quiero presentar una semblanza de esta mujer que llegó a Atlántida en el año 1977, con su esposo, el Dr. Néstor Recoba, y con cuatro hijos en edad escolar. El matrimonio ya había recorrido distintos lugares de residencia, como Montevideo y Guichón, en Paysandú, hasta llegar a estas tierras canarias y asentarse definitivamente.


EL ORIGEN


María Olga Píriz Reyes nació el 24 de enero de 1942, en la campaña del departamento de Flores; paraje “La Casilla”, a unos 20 km de la capital, Trinidad. Su padre fue Santos Píriz Marconi y su madre María de las Mercedes Reyes Cabrera. Este matrimonio tuvo cinco hijos: Santos Andrés, Alberto César, Héctor Raúl, María Olga y Rosa Aída.
La casa paterna era una construcción típica de campaña, ranchos con paredes de terrón y techo de paja. Sus padres trabajaban un pequeño tambo familiar de los de antes, de ordeñar a mano a las cuatro de la mañana para mandar la leche a la ciudad en un camión que pasaba a recoger los grandes tarros de metal gris. Todos colaboraban en las tareas del tambo, cada uno en lo que sabía y podía hacer.
Cumplidos los seis años, Olga concurrió a la Escuela Rural Nº32 de “La Casilla” y allí realizó su primera experiencia escolar. Para poder hacerlo se quedaba en la casa de “la tía Blanca”, e iba a la escuela con su prima.
Al año siguiente la familia se trasladó al paraje denominado “Sarandí”, siempre dentro de Flores. Y fue así que los demás años escolares Olga los hizo en la Escuela Rural Nº 16, adonde iba a caballo con uno de sus hermanos.


EL DESTINO DE ESTUDIAR SIEMPRE


Ninguno de los progenitores sabía leer ni escribir. Sin embargo, procuraron que los hijos fueran a la escuela y se instruyeran, dentro de lo posible. Ella cuenta la anécdota de que cada vez que trató de enseñar a escribir a su padre éste le contestaba: «Mija, burro viejo no
agarra trote».
Pero Don Santos Píriz apoyó totalmente a Olga para que siguiera su impulso vocacional, haciendo esfuerzos de todo tipo para ello. Y en aquel tiempo, -década del cuarenta y viviendo en el campo- no era fácil el tema. Sin embargo, Olga siguió estudiando siempre. Fue la única de los hermanos que quiso –y pudo– continuar, hasta obtener un título universitario. Pero no faltaron escollos para llegar a eso. Como ya verán.

Volvamos un poco atrás. Olga cuenta que cuando terminó la etapa escolar hubo una maestra –a la que ella recuerda con mucho cariño-, Esther Bidondo, que fue con otras docentes a hablar con sus padres para que la mandaran al Liceo, ya que en la Escuela había sido una alumna destacada.
Pero el Liceo era en Trinidad y para cursarlo Olga tuvo que irse a vivir en casas de conocidos de la familia, siendo precisamente la Maestra Esther la primera que la llevó a su casa. Allí estuvo un tiempo hasta que su amiga se casó y Olga hubo de cambiar de “residencia”.


LA CASA DE LA TURCA


Fue a dar en la casa de una mujer libanesa a quien le decían “la Turca”. Recuerda
Olga: «…Ella tenía un almacén de ramos generales. Me ubicó en un cuartito chiquito con una veladora. Yo quería leer, pero “la Turca” no me dejaba prender la luz. Entonces me decía que usara velas y ella misma me vendía las velas para que yo me iluminara de noche…».
Olga siguió viviendo allí, teniendo que soportar las intransigencias de aquella señora, pero firme en su idea de terminar el Liceo.
Hay otra anécdota que ilustra fielmente la personalidad de Olga: Cuando su padre accedió a permitirle ir al Liceo puso una sola condición, y fue que «…no fuera a andar noviando con algún “mocito” y que si él –Don Santos- se enteraba de algo parecido la sacaba del Liceo de inmediato».
La muchacha cumplió a rajatabla con esa consigna, tan dura para una adolescente que venía de la campaña y abría sus ojos a la vida social de la ciudad.
Mas lo único que le importaba a ella era avanzar en sus estudios. En el Liceo tuvo como profesora de Literatura a la poetisa Gladys Castelvecchi, quien estimuló su interés por la lectura y escritura. “Yo era la rara, la distinta”, cuenta Olga.
Por ejemplo, dice que no le gustaba ir a los bailes a los que algunas veces la quería llevar su madre y prefería dedicar ese tiempo a leer y escuchar música ¿Qué música?, le preguntamos. “Música clásica, en la radio del SODRE”.
En esa época no había otros medios de entretenimiento. Tampoco le gustaban los deportes.

CUANDO CONOCIÓ A NÉSTOR RECOBA


Cuando quiso ingresar a la “Escuela de Servicio Social”, en Montevideo, sus padres la apoyaron y se fue a vivir en la casa-pensión de una parienta, para cursar la carrera universitaria y hacer estudios de Francés avanzado, idioma que siempre amó y del cual fue después profesora en el Liceo.
Mientras estudiaba y trabajaba al mismo tiempo en la Corte Electoral, Olga se integró a un grupo de universitarios católicos que realizaba actividades de ayuda en lugares muy carenciados. Es muy recordado, por Olga y Néstor, el trabajo social que cumplieron en un poblado rural llamado “Chilcas y Chingolas” del departamento de Florida. Allí fue donde se conocieron (año 1965) y se hicieron novios.
El casamiento se realizó en la Iglesia de Tala, con el oficio del Padre Borrazás (11 de marzo de 1967). Ella tenía 25 años y él 26. Ninguno de los dos se había recibido todavía.
Vivieron en el barrio de La Teja, en Montevideo, durante tres años. Después el matrimonio, ya con dos hijos, se mudó a la ciudad de Guichón,en Paysandú, donde Olga fue profesora de Francés en el Liceo y Néstor fue profesor de Biología al mismo tiempo que trabajaba como médico en el Centro de Salud Pública. Allí vivieron siete años. Olga -entre otras cosas- fundó en Guichón una cooperativa de ahorro y crédito, “COPACA”, (Cooperativa Palmares de Crédito y Ahorro), que en esa época no habìa allí. Después fue absorbida por COFAC.
Nos cuenta que por esta actividad la llamaban “la señora COPACA”.
LOS HIJOS – El matrimonio Recoba-Píriz tuvo cuatro hijos: Alejandro y Ana Inés, que nacieron en Montevideo; Martín y Esteban, que nacieron en Paysandú.


DESTINO FINAL: ATLÁNTIDA


En el mes de marzo de 1977 se vinieron a la costa canaria, ya con cuatro hijos y sin trabajo ambos, ya que renunciaron a los cargos que tenían en Guichón. Alquilaron una casa en la esquina de las calles 14 y 3, el chalet “María Luisa”. Los niños ingresaron en la Escuela Nº 146, de Atlántida. Néstor consiguió trabajo como médico de la Prefectura. Olga logró su graduación y agregó el curso de “Terapeuta familiar sistémico”, por lo que siguió actuando en el campo de la asistencia social con empeño.
Siguió pasando el tiempo. Adoptaron legalmente a un niño llamado Daniel Alejandro, que fue su hijo del corazón, totalmente integrado al núcleo familiar.
La preocupación de Olga por la asistencia y protección de las mujeres violentadas la llevó a fundar la “Casa de la Mujer”, en Las Toscas (ya desaparecida). Y más adelante fundó, junto a un grupo de personas con sensibilidad social, la casa “CAMBIOS”, ubicada en calle 9 y calle D, en Las Toscas; la que aún funciona.


RESILIENCIA Y VOLUNTAD A TODA PRUEBA


Olga Píriz es una verdadera sobreviviente. Porque en los últimos tiempos ha sufrido eventos de salud muy graves que le han provocado disminuciones físicas importantes.
Sin embargo se sobrepone a ellas con una voluntad inquebrantable, ayudada por su fé religiosa y el apoyo incondicional de su esposo.
Su resiliencia es un ejemplo para quienes se dan prontamente por vencidos.
Fuimos testigos de las condiciones físicas en las que escribió su libro, publicado en 2011: “Cien años cerca del mar – Mujeres del Centenario”, el cual contiene biografías de más de treinta mujeres atlantidenses de distintas épocas. Buscando material para su libro hizo decenas de entrevistas y luego volcó en la escritura lo que recogìa en sus conversaciones, con mil dificultades, debido a su difícil relación con aparatos y demás ayudas tecnológicas.
También en 2011, participó activamente en la preparación y desarrollo de muchas de las actividades realizadas con motivo del Centenario de Atlántida. En su casa se hicieron todas las reuniones de una de las comisiones de trabajo y de su casa partió la Cápsula del Tiempo que está enterrada en la Plaza de los Fundadores.
Hoy día, con sus 81 “eneros”, sigue participando en las actividades de la asociación de jubilados y pensionistas de Atlántida y escribe en su revista. Tiene tiempo para mimar a sus diez nietos. Participa en talleres literarios semanales.
Imposible contarles en una breve reseña todas las actividades que Olga Píriz ha cumplido en su fructífera existencia. No ha pasado en vano por la vida, por cierto.


CONCLUSIÓN


Como a Olga siempre le ha gustado mucho leer, al finalizar la amena conversación le preguntamos qué estaba leyendo ahora y nos mostrò un ejemplar de “La Insumisa”, el libro de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi (Premio Cervantes de la Lengua Española, en el año 2021).
Esta lectura ¿tendrá algo que ver con la actitud de vida de esta mujer tan firme en sus convicciones y tan porfiadamente comprometida con su comunidad? Yo creo que sí. Olga Píriz es una insumisa de la vida.

FUENTES: Conversación con Olga y Néstor en su casa. / Libro “Cien años cerca del mar – Mujeres del Centenario”. / IMÁGENES – Fotografías proporcionadas por la familia Recoba-Piriz. / Otras tomadas por Arinda González Bo.

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