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Jorge Liberati: Mi vida junto a Idea Vilariño

Crónicas de Atlántida / Primera parte

“Por allá estará el mar / el que voy a comprarme
que veré para siempre / que aullará llamará
extenderá las manos / se hará el manso el hermoso
el triste el olvidado / el azul el profundo
el eterno el eterno…”. Idea Vilariño.

Por Wilson Mesa

Lo primero que quiero expresar es que se trata de un tema complejo de encarar. Tal vez el más difícil que he presentado hasta ahora, en los trece años que llevo escribiendo estas crónicas. En primer lugar, porque la poeta Idea Vilariño fue una personalidad muy reconocida dentro de la cultura uruguaya y se han derramado ríos de tinta sobre su periplo vital y su obra. Segundo, porque quien habla de su vida junto a ella, Jorge Liberati, lo hace en primera persona, revelando aspectos desconocidos y nunca dichos públicamente sobre esa relación.

Contar no es fácil

Dado que Jorge Liberati, ya con ochenta años cumplidos y bien llevados, ha accedido a contar sus memorias sobre la parte de existencia que compartió con Vilariño, no puedo –y tal vez no debo- dejar pasar semejante oportunidad. Por supuesto que todo lo que tenga que ver con Idea tiene una atracción muy especial, sea por su poesía, sus trabajos literarios, su personalidad y, particularmente, su vida amorosa. El tan divulgado y casi legendario “romance” con Juan Carlos Onetti, parece ser la única relación que para los biógrafos merece mencionarse en la vida de Idea Vilariño. Pero verán que eso no es así.

Tengamos claro que con Jorge Liberati fue con el único hombre que Vilariño se casó. También saber que fue la relación de pareja que más tiempo abarcó en la vida de la escritora. Nada menos que veinte años.
Hechas estas precisiones, quiero adelantarles que debido a su extensión e importancia esta crónica se publicará en dos partes, ya que además del texto se incluyen numerosas fotografías que son del archivo personal de Jorge Liberati (en adelante J.L.).

Una entrevista virtual

Tal vez sea una novedad para los que siguen mis crónicas, el hecho de que la “conversación” que tuvimos J.L. y yo, por mail y whatsapp, va a ser presentada tal como se dio, con mis preguntas y sus respuestas. Estas últimas muy generosas, muy personales y muy literarias también, porque J.L. es un escritor con nueve libros publicados, colaboraciones varias como ensayista y prologuista y es, además,. Profesor de Literatura egresado del IPA. Aquí va, pues, la entrevista virtual:

Pregunta. ¿Cómo conociste a Idea?
J.L. – “En 1965 cursaba yo Preparatorios en el IAVA. Había un excelente plantel de profesores, entre ellos Idea, en literatura. Cierta vez, al salir de clase, nos encontramos haciendo la misma cola en el viejo control de ómnibus de la calle Arenal Grande. Nos reconocimos como profesora y discípulo, nos sentamos juntos en el viaje y combinamos un encuentro en Las Toscas. De allí en adelante fuimos pareja sin interrupciones, viviendo un poco en Montevideo y otro poco en Las Toscas, sin pensar y menos soñar en casarnos, lo que recién ocurrirá diez años después”.

Pregunta. ¿Ella, ya era muy reconocida como poeta?
J.L. – “Por supuesto, ya era reconocida y figuraba como integrante de la Generación del 45. Pero cuando la conocí yo solamente sabía que era mi profesora, hasta que, camino al IAVA, una tarde vi el libro “Nocturnos” en la vidriera de la librería Tarino. Yo era muy lector de poesía, de modo que leí toda su obra publicada hasta entonces”.

Pregunta. ¿Qué otros profesores muy conocidos tuviste, tanto en el IAVA, como en el IPA?
J.L. – “En el IAVA tuve profesores admirables, como Juan Carlos Legido, que daba clases históricas de literatura, arte y pensamiento. Además de Idea tuve otros profesores de Literatura: José Luis Etcheverry, Alejandro Peñasco y el poeta Cecilio Peña; también tuve al geómetra Mario Copetti (un genio); a Cristina Arregui; también a Floro Parpagnolo, en Arte, (un crac). En Historia a Flavio García. En el IPA me impresionó Carlos Real de Azúa, quien luego fue un apreciado amigo. Me dejaron profunda huella Domingo Luis Bordoli; José Pedro Díaz; Lisa Block de Behar; Jorge Medina Vidal; la profesora de Español, María del Rosario Fernández (la recuerdo con emoción). Mi profesora de Práctica en el IPA fue la escritora Silvia Lago. En Sociología tuve a un gran profesor: Horacio Martorelli. Recuerdo también a Elsa Gatti y a Néstor Campiglia”.

Pregunta. Idea y vos se conocieron en el 65; Idea nació en 1920, o sea que tenía 45 años y vos 22 ¿qué fue lo que los unió, según tu opinión?
J.L. – “Se dieron dos circunstancias que colaboraron en la unión, una material y otra espiritual. La material – Idea necesitaba que la ayudaran en relación a la casa de Las Toscas. Por entonces, además de estudiar, yo trabajaba como ayudante de ingeniero, estaba al tanto en materia de construcción y sabía cómo realizar algunas reparaciones necesarias. Se hicieron, y también una pequeña habitación en el subsuelo. Luego vino la segunda casa. La circunstancia espiritual fue que desde la primera conversación nos dimos cuenta de que coincidíamos en todo, en literatura, por supuesto, pero principalmente en música, en filosofía, en pintura y arte en general, en lingüística. Ella me hablaba de teoría literaria y yo de semiótica y lógica. Coincidíamos en política, aunque no totalmente. Recuerdo que al atardecer, cuando terminábamos de trabajar en lecturas y escrituras, ella con sus traducciones y yo con los “Manuales” y con “Vaz Ferreira” (que comenzaba a tomar forma), escuchábamos a Bach, Beethoven, Schubert, Fabini, Jazz viejo, a Gardel y tango de la vieja guardia. Con nadie coincidí tanto en gustos musicales y en estética. Además, junto a ella la vida me parecía envuelta en un ensueño, en una soledad extraña porque era soledad en compañía, un encuentro inusitado y nunca esperado, de mucha pasión y mucha ternura; una vida como yo la había soñado. Te aseguro que amor también”.

Pregunta. En tu respuesta anterior cuentas que ayudaste a Idea a arreglar la primera casa. Y a continuación mencionas una segunda casa ¿dónde eran esas casas?
J.L. – “En Las Toscas. La primera casa, concebida para una persona solitaria, no era lo mejor para una pareja estable. Y se agregaron nuevos problemas de humedades y de cañerías que obligaron a pensar en vender y se vendió. Pero fue para construir en el terreno de al lado, también de Idea, con frente al mar, cuando la rambla no existía aún. Tracé un plano siguiendo la distribución que ella quería. Era una especie de pequeño bunker. Si exceptuamos el ladrillo visto, la plancha de hormigón armado y la carpintería, todo lo demás lo hice solo, empezando por la cimentación. Ella me ayudaba, aunque no lo creas, levantando tachos con material para llenar las zapatas de sustentación sobre arena (no nos daba para contratar peones y menos una empresa). El jardín interior tenía acceso a la azotea, que convertí en terraza panorámica. Idea después también vendió esta segunda casa”.

Pregunta. Me interesa profundizar en la construcción de la segunda casa, la conocida hoy día como “la casa de Idea en Las Toscas” ¿Entendí bien que ambos trabajaron en ella y la hicieron casi solos?
J.L. – “La segunda casa, sí, la construimos nosotros a puro esfuerzo, antes de vender la primera, por lo que no había recursos genuinos. Había que comprar los materiales y no podíamos pagar mano de obra. Siempre cuento que construir fue muy difícil porque la casa estaba -o está- en un nivel aún más alto que la primera, es decir, en la maldita punta del médano. Y queríamos construir a esa altura. Los techos vecinos estaban bastante por debajo. Hay que imaginar lo que costaba subir los materiales que la barraca te dejaba por la calle D y bastante lejos de la escalera de troncos de entrada; subir el portland por entonces en bolsas de cincuenta quilos, los ladrillos, (seis mil si mal no recuerdo), arena, pedregullo, varillas de hierro. Porque la calle D terminaba en un desaguadero por lo menos veinte metros antes de llegar a lo que hoy es la esquina con la rambla. Comenzamos hacia 1967 y nos mudamos con la casa todavía sin terminar en 1973. Se vendió la casa vieja y se aliviaron las economías”.

Pregunta. ¿Es cierto que al no existir la rambla entraban por el costado, por la calle D de Las Toscas? ¿Cuánto tiempo vivieron ahí concretamente?
J.L. – “Exactamente, subíamos desde la calle D siguiendo un empinado desfiladero con troncos que hacían de escalones y abundantes plantas rastreras para retener la arena. Al llegar a la casa había un portón de madera tras el cual ya contabas con un amplio patio de piedra laja que rodeaba la casa. Bajando hacia el mar, por una escalera de hormigón y laja, había un bosque de pinos, más allá acacias y luego los médanos y la playa. Un pequeño paraíso habitado por hongos deliciosos y trufas, en el que a veces aparecían gallinetas de río y en el que alguna vez vi liebres huir en exhalación hacia las frondas. Había un mburucuyá enorme crecido allí vaya a saber cómo. Te decía que juntos vivimos en la primera casa desde 1965 hasta 1973, y en la segunda desde ese año hasta el verano de 1985, siempre alternando con Montevideo”.

Pregunta. ¿Dónde vivieron durante más tiempo, en Montevideo, en Las Toscas u otro lugar?
J.L. – “Cuando conocí a Idea yo vivía en Marindia, de ahí que viajáramos en el mismo ómnibus, línea Parque del Plata- Montevideo. Mientras yo permanecía en Montevideo, por mi trabajo, ella daba sus clases en el IAVA, por lo que iba a la ciudad miércoles o jueves y volvía a Las Toscas el viernes. Allí nos encontrábamos el fin de semana, y en enero el mes completo. En Montevideo vivimos en varios lados, en su apartamento del Parque Rodó; luego en mi monoambiente del Palacio Salvo y finalmente en el edificio Vistalmar, en la Rambla Sur”.

Pregunta. Es muy conocido el hecho de que Idea iba a la playa de Las Toscas con un perro negro ¿era el mismo que aparece en una de las fotos? ¿cómo se llamaba?
J.L. – “Sí, siempre iba con ella “Dique”, el perro negro que amaba y que no podía ser sino del color que era”.

Pregunta. ¿Idea intentó esconder vuestra relación al comienzo (por ser profesora- alumno) o no le importó en absoluto la opinión ajena?
J.L. – “Le costó presentarme como pareja durante los primeros tiempos, principalmente frente a sus hermanas. Estaba segura de que no apoyarían su relación con un imberbe. Mis padres, por su parte, confiaron siempre en mí, especialmente en lo moral. Mi hermano dijo que la diferencia de edad me iba a traer problemas, los que sin duda vinieron al final, tal vez por esa causa. Pero Alma, Poema y Numen (hermanos de Idea) no tuvieron ningún problema en incorporarme enseguida a la familia. Luego Idea no le ocultó a nadie que su pareja era veintidós años menor. En verdad, Wilson, yo siempre fui viejo, y eso jugó en mi favor. Por cierto, te aseguro que nada de lo que cuento se encuentra registrado y menos documentado en ninguna parte”.

**

NOTA – Actualmente, la vida de Jorge Liberati transcurre en La Floresta, junto Cristina Espino, su actual esposa y con la que son pareja hace treinta y ocho años.

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