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Un árbol con historia

Por Wilson Mesa

Esta reseña es un tanto singular, porque está dedicada especialmente a un árbol. Que no es un árbol cualquiera, por cierto, sino que es histórico, muy digno de ser admirado por ser longevo y por el lugar donde está ubicado, la plaza principal de Atlántida.
Me refiero al IBIRAPITÁ que acompaña -y realza- el monumento que homenajea al Gral. José Gervasio Artigas.
Es muy probable que las personas pasen por ese lugar varias veces al día y durante muchos días en su vida; pero seguramente casi nunca reparen en la presencia de ese ejemplar vegetal de gran tamaño que sombrea la plaza y la calle del centro del balneario.
Tenemos que pensar que dicho árbol no nació espontáneamente, sino que alguien lo plantó; alguien que tuvo la intención de homenajear al Héroe con una “copia” de su árbol predilecto, aquel que tantas veces le dio cobijo en la chacra de Ibiray, según cuentan los historiadores.
Una persona confió que, esa planta puesta allí con mucha unción patriótica, en un futuro más o menos lejano iba a alzarse magnífica en su estampa natural; iba a dar frutos y semillas e iba a adornar toda la plaza con sus hermosas flores amarillas, tal como se dan durante el
verano austral.
Junto al tronco de este árbol hay una pequeña columna con una placa de metal –grabada- que recuerda el momento en que fue plantado y quién lo hizo. Transcribo la leyenda: “Ibirapitá plantado en 1971, por el EGD del Dist.4980, de Rotary Internacional, Don Igor Novicow. Diciembre 2003”. Es evidente, entonces, que la plaqueta recordatoria fue colocada 32 años después, pero sirve para conocer la fecha de la plantación -1971-.


“EL ÁRBOL DE ARTIGAS”


Todos sabemos que en nuestro país se le llama popularmente “Árbol de Artigas” a todo ejemplar de Ibirapitá que veamos. Esta costumbre nace de una “leyenda” que cuenta que al Prócer le gustaba sentarse bajo la sombra de un árbol de esa especie que estaba junto a su vivienda, en Ibiray, donde pasó sus últimos años. Menciono, de pasada, que la historiadora Ana Ribeiro en su libro “El Caudillo y el Dictador”, pone en duda esa versión diciendo que -según sus in vestigaciones en Paraguay-, el árbol predilecto de Artigas er a un “Naranjo” y no un el Ibir apitá.
Pero más allá de eso, la v erdad es que cuando uno va a visitar el “Solar de Artigas”, en Asunción, se encuentra –o se encontraba- con un ejemplar muy añoso de Ibirapitá, al cual se identifica como aquel que Artigas prefería por su sombra frondosa. Ya no se sabe si es el árbol primigenio, o un “descendiente”, lo cual es muy probable dado el tiempo que ha pasado, (más de 170 años desde que Artigas murió).

LAS SEMILLAS QUE SE ESPARCIERON


Había, (no sé si aún se practica) una costumbre en la Escuela que está enclavada en el “Solar de Artigas”, en Asunción, -la que recibe muchas delegaciones que van desde Uruguay-, que consiste en regalarle a los visitantes una bolsita con semillas de Ibirapitá para que se lleven
como recuerdo de su estadía.
Muchas de dichas semillas han germinado aquí y dado origen a especímenes nuevos del “Árbol de Artigas”. Este de la plaza de Atlántida bien pudo ser fruto de uno de esos traslados de semillas, no lo sabemos con seguridad, pero sí sabemos que hubo distintas delegaciones de clubes sociales y deportivos atlantidenses que han visitado ese pedacito de tierra oriental en suelo paraguayo.


Como información complementaria les cuento que la Escuela mencionada tiene maestros uruguayos y pertenece administrativamente a Primaria de Uruguay, proveyéndose sus cargos por concurso. También decir que los niños que atiende son paraguayos en su gran mayoría. Porque de los 255 alumnos inscriptos que tiene este centro educativo, menos del 10% nació en Urugua y, o es hijo de uruguayos. El resto son locales, niños de Asunción.

Plaqueta junto al Ibirapitá de plaza «Artigas» – Atlántida.


Es considerada una de las mejores Escuelas de Paraguay y tiene lista de espera para el ingreso. La Directora y las Maestras, desde 4 años de Inicial hasta Sexto, son uruguayos, salvo el profesor de Música y el de Lengua Guaraní. Según documenta el diario “El País”, en un informe especial sobre “La Escuela del Solar de Artigas”: «Los integrantes de la comunidad educativa de dicha Escuela están preocupados porque el Ibirapitá de Artigas se está secando. Es un árbol enorme del que hay varios descendientes que dan sombra en el Jardín Botánico de Asunción, lugar dentro del cual está el “Solar de Artigas”. Un árbol que hasta tiene una placa de homenaje y que ha sido testigo de casi todos los actos patrios…». (Ver fotografía).

NOTICIAS PARAGUAYAS


La escritora uruguaya, Irina Ráfols, que vive en Asunción desde hace más de treinta años, (fue alumna de la Escuela Nº 153 de Parque del Plata y del Liceo de Atlántida) ha tenido la amabilidad de “ilustrarme” con respecto a datos del Ibirapitá, especialmente en cuanto a la significación del nombre que es de origen guaraní.
Dice Irina: «En la grafía del guaraní de Paraguay se escribe Yvyrã pytã. Las dos palabras se acentúan en la última sílaba. Como la mayoría de las palabras en guaraní son agudas no se acentúan, pero sí se marcan los acentos nasales como ã. Significa “árbol colorado”, o “árbol de madera colorada”. Es muy común en los bosques paraguayos, tiene muy buena madera, la que se utiliza para vigas y muebles. La madera, obviamente es colorada, o tiene tonos rojizos. La flor es amarilla. La corteza tiene propiedades curativas para enfermedades de la piel. Es el árbol más alto de Paraguay, puede medir hasta 46 metros, con 2 metros de diámetro. Es un hermoso árbol. En cuanto a la palabra IBIRAY, te cuento que: la grafía correcta sería Yvyray. Yvyrã, o Ibirá, quiere decir “árbol” // Ibira’i, es “arbolito”. // Yvyrã también se entiende como “tronco”. La mayoría de las palabras en guaraní son compuestas, a veces tienen varias interpretaciones, para la “Quinta de Ibiray” la traducción sería “Quinta del tronco”, pero puede interpretarse también como “Quinta del árbol”.
(Irina Ráfols).

CONCLUSIÓN


Siempre se ha dicho, y es cierto, que Atlántida es un jardín botánico a cielo abierto, por la cantidad de árboles que tiene –ahora mucho menos que antes- tanto autóctonos, como exóticos.
Este es un patrimonio natural que se debe preservar y aumentar en todo lo posible, incluso como homenaje a aquellos primeros plantadores que dieron origen al Balneario. Y también recordando a quienes después se preocuparon de traer y plantar ejemplares vegetales de todo tipo y de distintos lugares del mundo.
Este Ibirapitá, (Yvyrã pytã), del que les conté hoy, es simbólico; no solamente por el lugar en que se encuentra, sino porque es uno de los tantos árboles añosos que aún tenemos.
Otros los hemos perdido, a veces naturalmente, y otras veces gracias a “la piqueta fatal del progreso”.
Para finalizar, comparto con ustedes una frase que dejó escrita en una carta doña Lucía Cabrera Gutiérrez de Laborido, una gran plantadora atlantidense de los años 30’ en adelante: “Yo planto un árbol cada día y seguiré plantando árboles hasta el último día de mi vida”.

Libro “El Caudillo y el Dictador”, de Ana Ribeiro. / Diario El País 2021 – “Informe sobre la Escuela del Solar de Artigas”. / Agradezco especialmente el aporte de Irina Ráfols, desde
Paraguay. / Imágenes: Fotografías de Arinda González Bo, y de diario “El País”.

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