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“Volvé a tu casa cuando quieras,
siempre te esperan a cenar…”.

NTVG

Por Wilson Mesa

Hace once años que escribo esta crónica, casi sin interrupciones, todos los meses. Y por cierto que mucho agradezco tener este espacio donde “contar cosas”, generalmente de contenido histórico local y con alguna pretensión de estar poniendo al alcance de nuevas generaciones datos de cómo se fue formando esta comarca y quiénes fueron los que tuvieron que ver con eso.
Para mí es “el lugar en el mundo”. Así lo siento. Y es por eso que, a pesar de no haber nacido aquí -pero viviendo desde hace varias décadas-, no me ha costado ir encontrando temas en base a los cuales armar (esto sí con mucho esfuerzo) las “Crónicas de Atlántida”, que a esta altura son ciento treinta las que se han ido entregando a lo largo de estos años. Procurando
siempre que fueran de interés, para ustedes, los lectores de la revista. Porque es sabido que uno escribe para que alguien lo lea, sea ahora, o dentro de mucho tiempo.


EL MES DE DICIEMBRE

Lo del título principal viene porque el mes de diciembre siempre es de cierre de algunos ciclos y de apertura de otros; de balances personales; de evaluaciones grupales, etc.
Y todo ello es como un “volver a casa”. Es decir, darnos un tiempo para hacer introspecciones que nos traigan y ubiquen en nuestro lugar, en nuestro entorno social y también en nuestro interior personal.
Sin pretender ponerme en psicólogo, porque no lo soy, quisiera con las palabras más sencillas que me sea posible, dar una visión sobre lo que puede ser nuestra actitud en cada fin del año.
Más allá y además de las celebraciones religiosas como la Navidad, -que me parece muy bien que celebremos porque es parte de nuestra cultura occidental heredada- está el hecho de que se termina un año y comienza otro. Nada más y nada menos. Y es la época de “volver a casa” en muchos sentidos.
Ese “volver a casa”, puede ser el lugar con el que nos sentimos conectados desde la emoción, ya sea la casa donde hemos vivido, la escuela a la que asistimos, las plazas donde jugamos de niños o el barrio donde crecimos.
Esos lazos emocionales se han ido creando junto al sentimiento de seguridad y pertenencia que hemos experimentado al estar en ellos. Pero, además, en esos lugares estaban las personas con las cuales tenemos -o tuvimos- vínculos y empatía.
Es muy claro que el entorno familiar y social juega un papel fundamental para formar nuestra personalidad y dar sentido a nuestra vida. Una gran parte de cómo hemos vivido la infancia y en qué tipo de persona nos convertimos, depende de dónde hemos crecido y de las experiencias que tuvimos en ese lugar. Muchas veces no tenemos en cuenta la influencia que eso tiene en nuestra personalidad o lo importante que puede ser para nuestro
bienestar espiritual.


¿CUÁL ES NUESTRA CASA?


Según la psicología el concepto de “CASA” es similar al de “HOGAR”, pero este último es más abarcador que una casa física, pues incluye también a personas, a lugares, objetos, vivencias y memorias.
Si le preguntamos a una persona “¿De dónde eres?” tal vez surja primero el gentilicio (atlantidense, minuano, sanducero, etc), pero esa palabra puede significar “¿dónde vive ahora?” “¿dónde nació?” o “¿dónde creció?”.
Según indican los estudios sociales, aplicando la pregunta “¿De dónde eres?” en una encuesta se llegó a la siguiente conclusión:

1) un grupo que representaba el 36% afirmó que “su lugar” era donde habían nacido o donde fueron criados.

2) un 22% dijo que era donde vivían ahora.
3) un 18% consideró que era el lugar donde habían pasado más tiempo viviendo.
4) y el 15% tomaba el lugar de origen de su familia como el de su propia procedencia. Como vemos, las respuestas son variadas, pero hay un elemento común: es un lugar geográfico determinado el que cada uno considera más valioso. Y es allí –a esa casa u hogar- donde siente que pertenece, donde se siente en paz y donde tal vez quiera regresar para las
festividades del fin de cada año.
En una época tan globalizada y tan comunicada las personas se trasladan; cambian de país; de continente; de lugares en el mundo. Pero llegado cada diciembre seguramente les surgirá ese deseo de volver a casa, aunque sea por un tiempo corto, por apenas unos días o unas horas, lo que puedan.
Y cuando no pueden hacerlo, tal vez experimenten eso que tomado de la lengua gallega muchos llaman “morriña” –morrinha-, para mí una de las palabras más justas y bellas que pueden definir un sentimiento.
El ritual de volver a casa confirma y renueva los lazos familiares. Es estar en un lugar conocido y seguro. Es también un puente entre nuestro pasado y el presente.


PERO HAY OTRO SENTIDO

En otro sentido, “volver a casa” es retornar a nosotros mismos. Procurar saber quiénes somos. Estar más atentos con respecto a lo que pasa en nuestro interior y menos pendientes del qué dirán, o cómo nos ven o qué imagen damos al exterior.
Conocernos mejor es un aprendizaje que puede durar toda la vida. Alguna gente dice haberlo logrado. Otros seguimos en el sendero del aprendizaje continuo.
Otras personas tal vez ni se cuestionen para qué vinieron a este mundo, pero seguro que tendrán “su lugar” en el mismo y lo reconocerán por memoria afectiva,
por olores, sonidos y voces conocidas.
Volver a casa nunca es “volver con el rabo entre las patas”, sino apenas un “volver con el caballo cansado”, para expresarlo con dichos populares muy nuestros.

No es declararse vencido o en derrota, sino permitirse un espacio de reflexión para reponer fuerzas; recomponer el rumbo si es necesario y volver a la lucha diaria –porque todos tenemos una- con nuevas fuerzas y renovadas esperanzas.
Hay quienes estampan en notas lo que esperan lograr en el nuevo año. Pero hay otras personas que se fijan objetivos en la mente para tratar de cumplir.
No importa en el “soporte” que sea seguramente todos hacemos un “ayuda memoria” de lo que deseamos lograr. Y eso será algo muy importante para nosotros y muy íntimo también. No tenemos necesariamente que comunicarlo a todo el mundo, pero tampoco habría problema en compartirlo, si alguien de nuestro entorno puede apoyarnos en el camino hacia ese logro deseado y a tenerlo presente cuando aflojemos el ritmo.


CONCLUSIÓN


Siempre acompaño con imágenes los textos publicados aquí y esta vez les dejo fotografías de algunas pinturas famosas del arte universal.
Tal vez no tengan conexión con el tema central ¿O puede que sí? Eso lo dirán ustedes.
Entonces, estimados lectores, les propongo que en este diciembre enlisten sus próximas metas y se preparen para lograrlas. Con el deseo de una feliz “vuelta a la casa interior” les digo ¡Hasta siempre!

Nota – Esta vez no menciono “fuentes de información”, porque son reflexiones que no siguen la línea de un autor al que sea necesario citar. Pero tampoco son totalmente personales, porque siempre estamos influidos por algo que vivimos, leímos o escuchamos, en algún momento de nuestra vida. Nadie inventa nada, salvo los grandes genios, que son muy pocos y que por suerte sobreviven por siempre para inspirarnos.
Apéndice – Comienzo de una canción del grupo musical uruguayo NTVG.

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