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Importancia del ejercicio físico para tratar la depresión grave

Dr. Carlos Uboldi

carlosuboldi@gmail.com

«La pandemia provocada por la COVID-19 ha sacado a la luz la importancia que la actividad física tiene sobre el organismo; no sólo en la salud mental, en pacientes con enfermedades psiquiátricas y psicológicas, sino también en la población sana”.
Este es un breve resumen sobre un taller de Actividad Física y depresión, impartido en el XXIX Curso Nacional de Actualización en psiquiatría en España, con la participación de las Dras. Nagore Iriarte y Sara Maldonado.
La actividad física, diseñada y supervisada por educadores físico-deportivos, es «una parte fundamental» en el abordaje de la depresión grave por «su impacto positivo en los síntomas de la enfermedad», ya que «ayuda de manera muy notable a mejorar el estado de ánimo y reduce la ansiedad».
El trastorno depresivo mayor, es una enfermedad muy prevalente y muy discapacitante. «Se caracteriza por tristeza profunda y pérdida del interés; una amplia gama de síntomas emocionales, cognitivos, físicos y del comportamiento como irritabilidad, llanto, aislamiento social, pérdida del interés y del placer de las actividades cotidianas. También sentimientos de culpa e inutilidad», Produce disfunción a nivel familiar, social y laboral, que incapacitan al paciente para realizar las tareas diarias.
El ejercicio físico es una herramienta fundamental, en la obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2 y cáncer; pero también para reducir los síntomas de la depresión, la ansiedad y reducir el deterioro cognitivo, mejorar la memoria, y potenciar la salud cerebral».
Cada vez que se realiza la contracción muscular se segrega una cantidad de hormonas (mioquinas), que «hacen su efecto en el hueso, en el hígado, en las células grasas y cerebro. «Esto no se consigue con ninguna pastilla».
Las personas con enfermedad mental suelen tener hábitos tóxicos y esto, unido a la farmacoterapia necesaria crea un ambiente más tóxico aún», «Los efectos secundarios que pueden generar esos fármacos, la falta de actividad física y el consumo de sustancias (alcohol, tabaco y/o drogas), generan un ambiente denominado obesogénico, que puede complicar el transcurso de la enfermedad.
El ejercicio físico prescrito por un especialista es una gran arma terapéutica.
Junto al tratamiento psicofarmacológico y psicoterapéutico, es un modelo de tratamiento psicosocial en el que es muy importante tener en cuenta varios factores, como la regulación del sueño, la dieta, el ejercicio físico, el manejo del estrés, entre otras cuestiones».
A nivel cerebral, el ejercicio físico genera la secreción de beta-endorfinas, que están relacionadas con el placer y con la sensación de bienestar, y produce disminución de los síntomas depresivos. También, aumenta factores neurotróficos como el BDNF, relacionado con la neurogénesis en áreas concretas del cerebro. «Además, la actividad física es una de las maneras que podemos utilizar para que el paciente comience una planificación cognitiva de horarios porque no solo es ir a hacer ejercicio, sino establecer rutinas de control del tiempo para comer o dormir, promoviendo hábitos de vida saludables».
El ejercicio físico según la OMS empleado como terapia en salud mental, y en cualquier disciplina sanitaria, tiene que «ser estructurado, reglado, supervisado, dirigido y diseñado por
educadores físicos».
Tanto en la población general como en personas con enfermedad mental, «se debería acumular a lo largo de la semana un mínimo de 150-300 minutos de actividad física aérobica moderada, o bien un minino de 75-150 minutos de intensidad aeróbica vigorosa. Se ha observado que, con una combinación de ambas intensidades se obtienen mayores beneficios.

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